Imagen:http://www.semana.com/nacion/problemas-sociales/articulo/percepcion-inseguridad-subio-bogota/113320-3
Los bogotanos vivimos amarrados a un constante estado de esquizofrenia por el crimen que rodea a la ciudad y la falta de respuesta estatal. La deuda de los gobiernos por plantear reformas a la justicia que eliminen la impunidad a nivel urbano tienen desgastada la libertad de los bogotanos y nos tienen atados a una silla de inmovilidad. ¿Qué pasará ahora en el nuevo cuatrienio?
Los bogotanos estamos expectantes por un cambio sustancial que transforme nuestra manera de vivir la ciudad, nuestra manera de apreciarla. Estamos amarrados por una red de inseguridad que limita la movilidad tranquila por Bogotá, que condena a una paranoia estéril, que restringe la posibilidad de encontrarse con ella en horas desvergonzadas en sus esquinas desconocidas; es esa inseguridad la que prohíbe disfrutar de sus idiosincrasias, la que hace que no se desate el cambio.
Esta es la ciudad de los espejismos de la delincuencia. Los vemos en todas partes: en los atracos en los buses, en el paseo millonario con los taxis, en el denominado fleteo mientras caminamos por la zona rosa, incluso cuando guardamos distancia con el carro de en frente para evitar cualquier amenaza. Y, a pesar de las medidas que se toman a nivel nacional y local, las cifras parecen incrementar conjunto a la percepción de inseguridad ciudadana.
A finales del 2013 las cifras de la criminalidad en Bogotá habían aumentado. según el reporte de la Policía Metropolitana de Bogotá Los casos de hurtos reportados ascendían a la cifra de 25,277; el hurto a locales comerciales contaba con 6,550 casos, dejando al robo a residencias como el crimen más desvalorizado con 4,015 denuncias (habiendo disminuido en 1,135 casos desde el 2012)
Lo más desalentador no es el nivel de criminalidad: lo verdaderamente inconcebible es la desatención de la justicia frente a estos casos que resultan en altísimos niveles de impunidad. La sensación de ineficacia de la justicia es lo que genera la “percepción del funcionamiento deficitario de la justicia”, como lo denomina el Ministro de Justicia, Yesid Reyes.
La sensación de inseguridad en Bogotá se ha traducido en una cultura de desconfianza y silencio. Una reciente encuesta realizada por la Cámara de Comercio de Bogotá demuestra la sensación de inseguridad de los ciudadanos. Menos de la mitad de los crímenes son denunciados y en general los bogotanos no están satisfechos con el sistema y están convencidos de su ineficacia. Además, un problema recurrente es la ignorancia que tenemos los ciudadanos en cuanto al procedimiento de acceso a la justicia, asunto del que el Estado es responsable.
El resultado es una población limitada en su movilidad, condenada a los espacios que la ciudad le ha designado (casi por nacimiento) y amarrada entre la zozobra de la criminalidad y la ineficacia del sistema judicial. Estamos amarrados a un problema de inseguridad endémico, a la que la justicia no da respuesta por su evidente disfuncionalidad. Éste no es un nudo del que el ciudadano se pueda liberar y requiere del rápido auxilio del Estado.
El nombramiento de Yesid Reyes como Ministro de Justicia hace renacer la esperanza en los ciudadanos de a pie. Su propuesta base, en cuanto a la reforma a la justicia, es generar “contacto diario de la ciudadanía con la justicia”. Su objetivo en esta cartera es eliminar la impunidad y la ineficiencia en el sistema para que éste sea ágil y efectivo; por primera vez hay un cambio en la propuesta legislativa, ya no de reformas inocuas a la rama judicial o a los altos tribunales, sino al acceso para el ciudadano del común. Esperemos que, a diferencia de las matemáticas, su aventajada posición de técnico apolítico le permita cumplir con las expectativas despertadas.
Los bogotanos vivimos amarrados a un constante estado de esquizofrenia por el crimen que rodea a la ciudad y la falta de respuesta estatal. La deuda de los gobiernos por plantear reformas a la justicia que eliminen la impunidad a nivel urbano tienen desgastada la libertad de los bogotanos y nos tienen atados a una silla de inmovilidad. ¿Qué pasará ahora en el nuevo cuatrienio?
Los bogotanos estamos expectantes por un cambio sustancial que transforme nuestra manera de vivir la ciudad, nuestra manera de apreciarla. Estamos amarrados por una red de inseguridad que limita la movilidad tranquila por Bogotá, que condena a una paranoia estéril, que restringe la posibilidad de encontrarse con ella en horas desvergonzadas en sus esquinas desconocidas; es esa inseguridad la que prohíbe disfrutar de sus idiosincrasias, la que hace que no se desate el cambio.
Esta es la ciudad de los espejismos de la delincuencia. Los vemos en todas partes: en los atracos en los buses, en el paseo millonario con los taxis, en el denominado fleteo mientras caminamos por la zona rosa, incluso cuando guardamos distancia con el carro de en frente para evitar cualquier amenaza. Y, a pesar de las medidas que se toman a nivel nacional y local, las cifras parecen incrementar conjunto a la percepción de inseguridad ciudadana.
A finales del 2013 las cifras de la criminalidad en Bogotá habían aumentado. según el reporte de la Policía Metropolitana de Bogotá Los casos de hurtos reportados ascendían a la cifra de 25,277; el hurto a locales comerciales contaba con 6,550 casos, dejando al robo a residencias como el crimen más desvalorizado con 4,015 denuncias (habiendo disminuido en 1,135 casos desde el 2012)
Lo más desalentador no es el nivel de criminalidad: lo verdaderamente inconcebible es la desatención de la justicia frente a estos casos que resultan en altísimos niveles de impunidad. La sensación de ineficacia de la justicia es lo que genera la “percepción del funcionamiento deficitario de la justicia”, como lo denomina el Ministro de Justicia, Yesid Reyes.
La sensación de inseguridad en Bogotá se ha traducido en una cultura de desconfianza y silencio. Una reciente encuesta realizada por la Cámara de Comercio de Bogotá demuestra la sensación de inseguridad de los ciudadanos. Menos de la mitad de los crímenes son denunciados y en general los bogotanos no están satisfechos con el sistema y están convencidos de su ineficacia. Además, un problema recurrente es la ignorancia que tenemos los ciudadanos en cuanto al procedimiento de acceso a la justicia, asunto del que el Estado es responsable.
El resultado es una población limitada en su movilidad, condenada a los espacios que la ciudad le ha designado (casi por nacimiento) y amarrada entre la zozobra de la criminalidad y la ineficacia del sistema judicial. Estamos amarrados a un problema de inseguridad endémico, a la que la justicia no da respuesta por su evidente disfuncionalidad. Éste no es un nudo del que el ciudadano se pueda liberar y requiere del rápido auxilio del Estado.
El nombramiento de Yesid Reyes como Ministro de Justicia hace renacer la esperanza en los ciudadanos de a pie. Su propuesta base, en cuanto a la reforma a la justicia, es generar “contacto diario de la ciudadanía con la justicia”. Su objetivo en esta cartera es eliminar la impunidad y la ineficiencia en el sistema para que éste sea ágil y efectivo; por primera vez hay un cambio en la propuesta legislativa, ya no de reformas inocuas a la rama judicial o a los altos tribunales, sino al acceso para el ciudadano del común. Esperemos que, a diferencia de las matemáticas, su aventajada posición de técnico apolítico le permita cumplir con las expectativas despertadas.